Uno de las grandes conclusiones que se han podido escuchar en el III Congreso Internacional de Mindfulness en Zaragoza, es que reduce el estrés crónico y con ello reduce el riesgo de cáncer.
Experto en distintos países con el lema ‘Psicología Positiva y Mindfulness’ han debatido las aplicaciones y las evidencias científicas de los beneficios del Mindfulness.
Javier García Campayo es el presidente de la Sociedad Española de Medicina Psicosomática, ha explicado a EFE la vinculación de la técnica del mindfulness y las enfermedades oncológicas: «A partir de los 40 años, empiezan a aparecer células tumorales, pero si hay estrés crónico, los leucocitos, que son los que eliminen esas células, funcionan mal», ha apuntado García Campayo, quien ha añadido: «la gente que tiene estrés crónico tiene más probabilidad de tener cáncer».
En Estados Unidos o Reino Unido, llevan 30 años de recorrido, esta técnica se utiliza de forma sistemática en la Sanidad y en España se está empezando a aplicar en el sistema sanitario público, en unidades de Oncología y Psiquiatría, aunque «poco a poco», ha afirmado García Campayo.
«Con la misma intensidad de dolor, las personas que tienen estas emociones negativas, tienen que tomar más analgésicos, más medicación que otras, porque estos pensamientos aumentan la sensación del dolor», ha subrayado.
Por otro lado, en el congreso, que finaliza este sábado, 11 de junio, se han abordado también las aplicaciones del mindfulness en otros ámbitos distintos, como el educativo, con la participación de la fundadora de la ‘International Academy for Mindul Teaching’, Eline Snell, quien ha desgranado su método para evitar que las nuevas generaciones crezcan con la inercia del estrés de la sociedad.
La autora del libro ‘Quietos como una rana’ ha explicado en su ponencia que el mindfulness introduce en los niños prácticas saludables para controlar sus enfados, entender sus emociones, mejorar la concentración y lograr mejores rendimientos académicos.
En este sentido, García Campayo ha añadido que es más fácil enseñar esta técnica a los niños que a los adultos, porque son prácticas «sencillas, cortas, en forma de juego» para aplicar a partir de los 6 años. «Antes, no vale la pena porque los bebés son ya muy mindfulness», ha concluido.